Lo único que pretendía Sam Bradley era hacer un breve trayecto en coche desde Londres a Dorset, para visitar a sus abuelos. De pronto, una tormenta de nieve le impidió seguir su ruta hasta el final y se vio obligado a refugiarse en una granja cercana, a tres kilómetros de su destino.
Cuando se introdujo en el establo para guarecerse, conoció a Jemima y a sus perros. Unos segundos después, se produjo un corte de electricidad.
Aunque la situación no era de lo más agradable, Jemima se mostró en todo momento a la altura de las circunstancias, preguntándose con impaciencia cuándo la reconocería Sam...
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