Cuando el chocolate no es suficiente.
Tan solo con probar los deliciosos bombones de Daisy Flynn, Max Treveleyn quedó enganchado. La peculiar chocolatera era la persona idónea para sacar el mejor partido al cacao de su plantación.
Daisy siempre había soñado con tener su propia chocolatería y, con la oferta de Max, podría conseguirlo. Sin embargo, se sentía muy turbada por su presencia. La vida le había enseñado que era más seguro dejarse llevar por los placeres del chocolate que por los de las relaciones sentimentales. Además, no quería estropear su sueño. No debía sentirse tentada por algo incluso más dulce que el chocolate…
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